Carta a un ángel


Ha pasado ya tanto tiempo que casi ni recuerdo tu rostro, tu mano, tu mirada. Hoy por fin me he decidido a escribir esta carta. Mi pulso tiembla y a mi recuerdo vienen esas imágenes que tanto tiempo he tenido arrinconadas en mi mente.
Nunca pude agradecerte tu ayuda, nunca he sabido nada más de ti. Me duele por dentro el recuerdo.
Poco a poco voy superando el miedo gracias a mi marido y a mi hijo. Pero aún no soy capaz de acercarme ni tan siquiera a cien metros. Tiemblo, me recorre un escalofrío por el cuerpo y viene a mi mente ese olor. Tan nauseabundo, tan horrible.
No recuerdo días pasados, pero sí ese momento crucial donde te conocí.
Fuiste mi ángel de la guarda. Saliste como caído del cielo. Estaba tan asustada, tan dolorida y sentí tu mano. Tú me sacaste del infierno y gracias a ti estoy viva. Tengo otra oportunidad.
Mi pulso se estremece y las lágrimas brotan amargas. Otra vez el recuerdo, otra vez el miedo.
Nunca he podido hablar con nadie de lo sucedido en ese momento. Nunca he sido capaz. Vivo como si todo fuera una simple pesadilla en una noche de tormentos.
De cuando en cuando veo cosas o personas que me recuerdan que todo fue real y corro despavorida hacia casa. Me encierro en el cuarto y rompo a llorar. Me pregunto ¿Por qué yo? ¿Por qué no todos? ¿Qué sentimiento les llevó a cometer semejante barbarie?
No logró entender como se puede sesgar una vida y arruinar la de muchos otros. Yo ya no soy yo. Solo un espectro de lo que fui.
No puedo evitar que las lágrimas inunden mis ojos.
Tantas vidas destruidas, tantos sueños e ilusiones rotos. Solo dolor y más dolor. Cuantas risas se callaron ese día, cuantos que no podrán jamás nacer porque les han quitado a sus padres.
Niños que jamás serán adultos. Hombres y mujeres que jamás serán padres. Ancianos que jamás volverán a abrazar a sus nietos. Vidas y familias rotas para siempre. Solo eso.
Me gustaría poder saber de ti, que conocieras a los mios, a mi marido Pablo y a mi hijo Juan. Nació hace 3 meses y todo gracias a ti. Cuando sea mayor y pueda comprender lo sucedido le hablaré de ese segundo padre que me ayudó. Tu eres ese segundo padre y siempre lo serás. Por eso lleva tu nombre. Juan. Mi ángel de la guarda.
Las secuelas de mi cuerpo ya casi están curadas. No así las de mi mente. Pero logró salir adelante gracias a tus palabras grabadas a fuego en mi mente.
"Todo saldrá bien, no te preocupes yo te sacaré de aquí"
Estoy llorando otra vez, no puedo evitarlo.
Seguro que si estuvieses aquí me dirías que llore que saque este dolor que me come por dentro.
Me devora poco a poco. La rabia se apodera de mi y maldigo en ocasiones a los responsables de todo. Ellos no pueden llamarse personas. No pueden. Arrebataron la vida de inocentes.
No era nuestra lucha. Nosotros no teníamos que pagar por ello. Nadie jamás tendría que haber pagado por ello. No es justo. No tenían que haberlo hecho. Por su culpa tengo esas imágenes grabadas en mi ser. Ese dolor que me quema, esa angustia de seguir viva.
Muchas son las noches en las que las pesadillas no me dejan dormir. Recuerdo ese fuerte sonido, un golpe y los gritos.
No podía ver nada. Un olor nauseabundo inundó todo. Tenía ganas de vomitar y estaba aterrada ¿Qué había sucedido? ¿Qué pasaba? Un dolor espantoso por todo el cuerpo y noté como la sangré resbalaba por mi rostro. No podía moverme. No era capaz. Estaba atrapada por unos hierros. Y de repente silencio. Solo silencio.
Me estremecí y quería gritar pero no podía. Los móviles de aquellos que estaban también es ese fatídico momento comenzaron a sonar. Una y otra vez llamadas y más llamadas. Pero no había nadie para contestar. Casi todos estaban muertos. Empecé a llorar, y no podía parar. Tenía miedo a la muerte y gritaba el nombre de mi marido. Le pedía dios que me dejara salir de allí que me enviase a alguien que me sacase de aquel infierno. Solo eso. Necesitaba ver a los mios aunque solo fuera una vez más.
Sentí tu mano. Giré mi rostro y te vi. Me quedé paralizada y paré de llorar. Sabía que me estabas hablando pero te escuchaba en la lejanía. Me cogiste entre tus brazos y me sacaste.
Recuerdo tu mirada fija. Tus lágrimas contenidas. Cuando por fin logré salir del infierno contemple horrorizada lo que quedaba de aquel lugar.
Te pregunté que había pasado pero no fuiste capaz de decírmelo. No lo sabías, ni yo tampoco. Mi ultimo recuerdo fue en la ambulancia. Estabas a mi lado y cerraste las puertas. Ya no logró recordar más. Luego supe que me había desmayado. Después de tres meses en el hospital me entere de la horrible verdad. El tren en el que viajaba había sufrido un atentado. No había sido el único. Ese día ,el 11-M, toda España se levantó con la indignación y el dolor de tan cruel acto. Vidas y familias enteras rotas por el fanatismo y la intolerancia. Jamás podré llegar a comprenderlo. Pero tengo que salir adelante por mi hijo y mi marido.

Siempre permanecerá en mi recuerdo el instante en el que te conocí. Puedo decir que soy una mujer afortunada, pude ver y tocar a mi ángel de la guarda. Muchas gracias por tu ayuda y por tu valentía. Por siempre mi hijo Juan también será tu hijo. Ojalá pronto pueda tener noticias tuyas y entregarte esta carta. Deseo de corazón volver a verte y saber de ti. Gracias mi ángel de la guarda. Gracias Juan.

3 comentaris:

Charo Bolívar ha dit...

Qué día más terrible para recordar, pero pienso que hay que recordarlo, aque hay que explicarlo a todo el mundo, ese día fue un horror tan grande que conmocionó a todo el mundo.

Tengo una amiga que me dice que los angeles están en todos sitios y son personas como tú y como yo que en un momento determinado nos dan su mano.

Precioso relato gatita.

Un abrazo

ana ha dit...

En primer lugar me parece que voy a disfrutar mucho de este blog.

En segundo lugar un mensaje para mi gata favorita:

No me extraña que ayer no publicarás, te superaste en este escrito, y me has emocionado increíblemente.

Suerte de que sigan existiendo angeles ¿verdad?. Lástima que no hubiera suficientes para todos.

Un abrazo hoy muy fuerte mi niña.

Anónimo ha dit...

...no hay momento mas oscuro que unos minutos antes del amanecer...no cabe duda que tu bebiste la copa hasta el fondo; el àngel de luz que te tendiò la mano, tampoco te ha olvidado...