EL VIEJO CAFE POR MARIA DEL VALLE IBAÑEZ


Andrea, trabajadora incansable, en el banco en que ejercía de administrativa, una buena mujer alta morena y con unos ojos grandes negros, su pelo largo lo llevaba siempre recogido en el banco sus compañeros la admiraban con los que siempre se llevaba bien por su alegría y simpatía. Todos los días siempre a las 11 de la mañana se iba a almorzar; era sustituida por Carlos. Al volver la esquina como siempre encontraba el viejo y moderno café. Un edifico construido a mediados del S.XIX, típico de una ciudad pequeña, donde se mezclaba la burguesía, una incipiente industria rodeada de campos de trigo y frutales; en un principio ese café fue una tienda de coloniales, casi todo lo que se vendía era a granel, pastas, galletas, café, te, arroz; donde también se vendían velas y queroseno cuando aun se implanto la luz eléctrica en las casas. Las estanterías donde se guardaba la mercancía eran de madera maciza, oscura y vieja, un largo mostrador, al final del mostrador una centenariá caja registradora en su parte superior donde los números salia mecánicamente después de una venta y como punto final una etiqueta que decía “venta” asomaba después de los números que indicaban los precios. Del techo, pintado en azul donde se mostraban alegorías celestiales colgaban lámparas con un globo

El nuevo matrimonio que regia el café, Fermín y Fernanda quisieron conservar la estructura por dentro, Fermín un hombre unas manos prodigiosas, se encargo de restaurar el poco mobiliario que se podía salvar, compraron viejos muebles mesas sillas, conservaron aquel mostrador trataron de conservar la bellaza de lo añejo. Fachada reconstruida por el ayuntamiento, para así conservar parte del casco antiguo. Entrar y poder tomar un buen café y leer el periódico, era como si el tiempo se hubiese detenido, como si en las bibliotecas se sirviese café en las mesas. Todos los clientes siempre eran bien recibidos clientes habituales, como Andrea, Fernanda siempre la recibía con una sonrisa y unos “Buenos Días”, las paredes llenas de cuadros algunos antiguas copias, modernas donde muchos colgaban sus obras para venderlas. Al final de la sala un piano en la pared, que ocasionalmente sonaba cuando José, se sentaba delante del teclado, en una de las mesas, como siempre estaba aquel viejo amigo de Andrea, medico jubilado, Joaquín a sus ochenta años se había convertido en su mejor confidente y aprovechan el tiempo de almuerzo para hablar de sus cosas a pesar de la diferencia de edad, puesto que Andrea tenia 43 años era como estar hablando con unos de sus abuelos. En aquella jornada Andrea estaba exultante de alegría por que su hijo adoptivo vendría a pasar el fin de semana con su pareja y al contárselo a Joaquín se quito sus gafas de leer, dejo el periódico a un lado para poder escucharla con una sonría. Mientras almorzaban entró, Joaquín.

Al sentarse para Almorzar, Andrea como siempre, pedía un café descafeinado con leche descremada y un bocadillo de jamón dulce con queso. Vio de lejos como su otro amigo también llamado Joaquín, un hombre también mayor pero muy jovial. Casado felizmente desde hacía varios años y cada día más enamorado de su mujer. La cara de Andrea se iluminaba, siempre lo recibía con un beso, le recordaba a los caballeros de antes. Con su sombrero que solía quitárselo para saludar gentilmente, para saludar a las damas. Fermín le atendió con una amable sonrisa. Va a querer usted lo de siempre? Siempre con sus escritos y su pluma, elegía la mesa, situada al lado del piano, donde todos los jueves, José acompañado de su esposa, reservaban mesa para cenar y deleitarnos con música de Mozart y Vivaldi, entre otras piezas que también cantaba, las rancheras de Jorge Negrete las cantaba magistralmente y todas aquellas que los parroquianos solicitaban; faltaba un día para que todos-as celebrásemos por la noche con su música y canciones, el otro Joaquín como todos le decíamos, para no equivocarnos, se sentó en aquella mesa, pedía té con leche y aquellas galletas de té que Fernanda y Fermín, se hacían traer a través un amigo desde Inglaterra y que tanto le gustaban a Joaquín y se sumergía en sus escritos. Andrea ya sentada con su amigo el doctor para hablar de sus cosas. ¿Cuándo viene tu hijo Andrea? Estoy deseándolo. Sabes quizá venga mi otro hijo. No me digas que tienes ¿otro hijo más? A si lo adopté de mayor empezó a llamarme madre y desde entonces así ha seguido. Vendrá con su esposa y sus dos gemelas. Zoe y Tahima. Dime Joaquín como te encuentras? Te noto triste sabes que a mí no puedes engañarme ¿Recuerdas los sueños que tuve contigo? Si en el que era un fraile al que pedías consejo; no sé quizá ahora seas una reencarnación de ese fraile, en esta vida y estamos para ayudarnos mutuamente. Si Andrea no puedo engañarte. Estoy algo preocupado. ¿Qué ocurre Joaquín? No sé Andrea estoy recibiendo correos nocivos y muy tarde, horas altas en la noche y de madrugada, y lo peor no es eso mis nietos también, hablándoles mal de su abuelo. Andrea tenía que volver a su trabajo, los 20 minutos de su almuerzo pasaron rápido, tenía que regresar a su trabajo, su compañero Carlos estaría de los nervios. Día 25 y todos los jubilados irían a cobrar sus pensiones. Y Joaquín se quedó pensativo, Andrea no quiso preguntarle más. Cuando de pronto Joaquín, le dijo: el viernes subiré a tu casa para merendar, con Igor y contigo y hablaremos.

Andrea se despidió, algo preocupada pero sin decirle nada, le dio un beso en la frente y le dijo hasta el viernes. Vendrás el jueves a cenar y oír música? Tal vez. Sin más se retiró, Al salir se quedó mirando los cuadros de fuentes, que Silvina, traía para ser vendidos, pintados en tonos rosas, lilas y azules con algo de rojo, aún estaba allí el que tanto le gustaba, pensó en quedárselo si llegaba aún acuerdo con Silvina. Le dio por preguntar a Fernanda si estaba vendido: “No aún no ese en especial que te gusta tanto, no. Los otros están vendidos todos y a muy buen precio. Y la escultura de las “Tres Gracias” se la queda mi marido, ya se lo hemos comentado a Silvina le hemos encargado una cristalera para protegerla la pondremos al lado de la columna, Le dará más belleza al café. ¿Os reservo mesa para el sábado?” “Posiblemente no, vienen mis hijos y queremos estar en familia. Pues hasta mañana noche pues”. Andrea volvió al banco, la cola de personas estaba hasta la puerta. Su compañero sopló de alivio al verla. Después del excesivo trabajo por fin dieron las dos, horario de Verano no tendría que volver a la tarde. Pasó por el café observó desde la puerta, Y Fermín le hizo señas para que entrara: “Joaquín te dejó esta nota” mañana jueves no vendré, el ave ha caído. Mientras paseaba para su casa pensaba en aquellas palabras, pero se dijo así misma. El viernes me contará. Entró en su casa lo primero que hizo es darse una buena ducha y ponerse cómoda, la comida y cena de ese día ya la tenía hecha y congelada, solo tenía que calentarla. Al poco la puerta se abrió era Igor que llegaba de trabajar, una vez relajada le contó todo a su marido que quedó sorprendido de lo acontecido y también preocupado, apreciaba mucho a Joaquín. Después de hablar de la visita de sus hijos y nietas sonreían los dos de felicidad. La tarde transcurrió rápida, antes de que se diera cuenta era la hora de la cena y a dormir pronto, tenían que madrugar pronto. El despertador sonó justo a las 6 de la mañana, se ducharon, el cepillado de dientes, desodorante y a vestirse. Andrea nunca se pintaba ya era bella se decía delante del espejo, preparaba el café y se marchaba junto a su marido hacía el banco, tenía las llaves, siempre le gustaba llegar antes y preparar, cosas atrasadas para cuando dieran las 8`30 que habría el banco, estaba nerviosa tenía un presentimiento. Aquel jueves era tranquilo las horas no corrían en su reloj. Recibió la nota de Joaquín pero tenía la esperanza de verlo, entre el ajetreo de papeles y algunos clientes que ponían su cartilla al día, e ingresos, pagar algunos recibos y archivar prestamos de coches, llegaron las 11. Hora de almorzar, se dirigió al café algo alterada, no sabía explicar lo que le pasaba. Dio los buenos días como siempre a Fernanda y Fermín y sus ojos se dirigieron a la mesa. Joaquín no estaba, pidió un zumo de piña y un bocadillo de atún, se sentó en otra mesa, la de Joaquín estaba ocupada, por una sofisticada mujer, que encendió un cigarrillo muy finamente y se la quedó mirando, ojos marrones, media melena pelirroja con mechas rubias, y morena de tez. Como si esperase a Joaquín, pero para mayor sorpresa, cuando ya llevaba medio bocadillo, casi devorado del hambre que tenía, aquella mujer dejó su martini. Y se dirigió hacia Andrea. ¿Es usted Andrea? “Si dígame”. “Creo conocerla desde siempre. ¿Sabe algo de Joaquín? Intento localizarlo, llamarlo por teléfono, hablé ayer con el por Messenger pero se cortó pronto la comunicación”, Andrea discretamente no la informó de lo del viernes ni de la nota. “Esta noche volveré. Muy bien señora o señorita si lo veo se lo diré.” Andrea volvió pronto ese día a su trabajo aquel encuentro la había alterado. La señora Sofía como así dijo llamarse se marcho con un cigarrillo en mano. Silvina vendría como cada jueves para vender más cuadros y esculturas. Andrea prefirió hablar del cuadro que le gustaba para la noche. Cuando ya salía por la puerta Fernanda sin mediar palabra delante de aquella mujer le entregó otra nota. Hasta el viernes tarde recuerda en la merienda. Me han cerrado el blog en el que escribía.

Salió de prisa, Igor su marido la esperaba en la puerta del banco, aquel día salió antes. Aquel jueves era especial. Igor y Andrea hablaban de la cena en el viejo café y hacían sus planes para estar en el a las 10 de la noche. Pero aún quedaban unas horas. “Sabes cariño hoy nos vamos a comer fuera, ¡que sorpresa! ¿Y eso?, hoy me pagaron las horas extras y que mejor que llevar a mi mujer, para contigo gastarlas. ¿Donde vamos? Al Pio Bambino”. Los dos se dirigieron hasta el restaurante italiano donde tantas veces fueron cuando eran novios. Una vez en la mesa, pidieron una ensalada italiana especial de la casa y dos pizzas, con dos cervezas sin alcohol. “Así que mañana vendrá Joaquín a casa? Si eso me dijo, hoy no acudirá a cenar al viejo café. ¿Con lo que le gusta la música? Pues no sé tendrá sus motivos”. Entre charla y charla y tomar un café eran las 4 de la tarde. Pagaron y se fueron a casa, descansaron durmiendo un rato. Despertaron a las 7, una ducha para despejarse y arreglarse, entre duchas vestirse y tomar un café para despejarse eran las 8´30. Andrea se puso aquel vestido rojo que tanto le gustaba a su marido, zapatos de tacón alto y tan solo se pintó los labios, y su colonia preferida agua de rosas fresca y se hizo una larga trenza, Igor jersey azul claro y pantalón de lino en azul marino. Al llegar al café, estaba repleto. José con su esposa, el otro Joaquín también con su esposa. Silvina recogió el dinero de lo vendido y aseguró a Fermín y Fernanda que el lunes los repondría, las mesas, con una vela redonda encendida dándole un ambiente más íntimo y romántico en el centro. Andrea llamó a Silvina y al final llegaron aún acuerdo sobre el cuadro que le hacía tanta ilusión tener. El joven estudiante Miguel, estudiante en arquitectura, trabajaba para ganarse un dinero extra. La noche transcurrió tranquila, a no ser por la ausencia de Joaquín. La música sonaba maravillosamente y las canciones de José con su extraordinaria voz. La velada fue maravillosa Fernanda y Fermín radiantes al observar, la armonía entre todos. Y por tener la escultura labrada en piedra por Silvina. Al día siguiente tenían que madrugar. Así que decidieron irse pronto. Se despidieron. Ya en casa, hasta que de nuevo sonó el despertador a las 6 al banco e Igor a su trabajo jefe de almacén. Menos mal que aquella mañana hubo mucho trabajo y el tiempo transcurrió deprisa. Andrea no pudo ni ir almorzar como siempre, antes de que se diera cuenta eran las 2, paseo deprisa para llegar a casa. Y relajarse, preparó una ensalada de pasta y zumo de limón, y sandia. Igor llegaba al poco, comieron tranquilamente. Descansaron un duro día y pronto las 4, preparó la merienda tostadas con miel y canela, té frío y café, a las 4´15 sonó el timbre. ¡Era Joaquín! Después de saludar y ver la casa pasó al salón y se sentó. ¿Té o café Joaquín? Un té frío por favor. Se sentaron los tres y empezó ha hablar. Le dijo que le contaría todo. La verdad y toda la verdad. Explicando quien es uno y quien es otro… ¡Gritos, confusión, pánico. El presidente de la comunidad de vecinos; gritaba, que todo el mundo fuera a la calle, arrastrados por la avalancha de la gente que salían del supermercado que estaba en los bajos del edificio. En ese momento llegaban bomberos, policía, ambulancias y medios de comunicación. Entre el caos la gente marcho en todas las direcciones. Al día siguiente supieron había habido una fuga de gas por las noticias. Al instante, llaman por teléfono a casa de Igor y Andrea la trasladaban de población y de banco urgentemente, dejaron el piso de alquiler y se compraron una casita cerca del nuevo trabajo facilitada por el banco en que trabajaba. Con la precipitación del traslado. Perdió móvil y agenda de todas sus amistades. Y la vida de cada uno tomó un rumbo totalmente diferente, y nunca más supo de nadie. Empezaba un nuevo comienzo.

FIN

MARIA DEL VALLE IBAÑEZ
REFLEXIONES PARA CADA DIA.






1 comentari:

Berta Martín Delaparte ha dit...

Me he topado con tu relato...Qué bonito, y que bonita historia con un final para reflexionar .
Comenzar de nuevo, es difícil; tiene que suceder algo muy radical, como ocurre en tu relato.
Partir de cero, a más de uno les salvaría su vida interior.
Un placer
Saludos.