de ARAN TAPIAS I BOLIVAR...UNA NOCHE POR EL INFIERNO DANTESCO






Otro, y otro, y otro, y otro, otro….otro………………otro….

Un segundo termina y da paso a otro nuevo que en un segundo dejara de existir, y a cada segundo el papel blanco del cigarrillo se consume, incandescente…

Me levanto del sillón de esparto que suspira de alivió con uno de sus crujidos, me encajo las suaves zapatillas en los pies desnudos y me dispongo a dar otra vuelta por la sala…

¿Que debe haber pasado? No lo entiendo…; la angustia me consume junto al leve calorcillo del cigarrillo…

Quizás haya tenido un accidente de coche, y en el impacto haya salido proyectado de su asiento por no llevar cinturón, rompiendo el cristal de la ventana delantera del auto y desmoronándose contra el asfalto, que tosco le arranca la piel del rostro, manchándoselo de rojo muerte,…quizás una ambulancia esté llevándolo a toda velocidad al sanatorio más cercano pues su vida juega al escondite… quizás…


No, nada de eso ha pasado, es imposible, me hubieran llamado los médicos al descubrir su identificación…

Abro el ventanal del balcón, dejando entrar el mundo exterior dentro de aquella aislada habitación; salgo a fumar a fuera con el aire fresco de la noche, abajo, en las calles grises depresión, las luces anaranjadas iluminan el movimiento de un grupo de críos que ríen y susurran en voz alta…

Quizás al volver solo en metro se haya encontrado con un grupo de malhechores, un grupo de indeseables borrachos que a empujones se divirtiesen con el,…quizás tras su actitud seria le hayan golpeado, una vez tras otra, riéndose y divirtiéndose, al acabar con él quizás le hayan robado la cartera, quién sabe,… quizás…

Mejor entraré dentro, aquí a fuera mi imaginación tiene demasiada cabida, demasiado espacio para aposentarse; dejo caer la colilla del cigarro en un abismo de ocho plantas…

Cojo el teléfono, vuelvo a llamarle al móvil,…telefónica información gratuita, el númer… nada, sigue apagado, intentaré apaciguar mi estrés a golpe de televisor, me siento en el sofá, y enciendo la tele, están dando un reportaje de prostitución infantil…

Quizás si que se haya encontrado a gente indeseable; un coche negro le perseguía desde hace un buen tiempo, el intentaba darle esquinazo, pasando por
parques y entrando en tiendas, pero nada, aquella sombra negra con neumáticos iba allí donde fuese el, hasta que por desgracia, quizás, éntrese en un callejón
descolocado, donde sin poder escapar le obliguesen a subir al coche… quizás esta noche su cuerpo frió este yaciendo sobre la fría acera de un barrio perdido, con
una cicatriz en la espalda y un riñón menos…quizás…


¡¡Quizás no vuelva a verle jamás!!..

Me alzo del sofà, me abrocho la bata, busco las llaves del coche, me enciendo otro cigarrillo y me dispongo a salir pitando de aquí hacia el centro de policía mas cercano…

Donde he dejado las putas llaves, donde demonios están… siempre tienen que dejar de existir en estos casos de máxima angustia…

La puerta del piso se habré, alguien prende la luz del recibidor que ilumina parte del pasillo oscuro, desde mi cuarto oscuro oigo sus pasos tambaleándose hacia mi, …

Su silueta se dibuja en el marco de la puerta, en compostura cansada desprende olor a alcohol y tabaco… mirando hacia el interior de la habitación dice:

- Buenas noches ma…- y sin percibir mis tímidas lágrimas deja esa puerta para acostarse en su lecho, sin más, sin un beso, sin un abrazo ,sin un lo siento…sin un ….¡¿que te pasa?!

¿Esto es ser madre?


Aran Tapias i Bolívar - 2005


1 comentari:

Armando ha dit...

Muy bueno. Y, como columna periodística, superior.

¡Qué bien conozco esos ataques de ansiedad! A mí me basta con que el móvil suene y no se me lo cojan para estar ya en el disparadero.

Aunque no en todos los casos, ciertamente. O, mejor dicho, no con la misma premura. Tanto antes me preocupo respecto a que la persona de que se trate haya dejado este mundo cuanto más deseo que se quede en "mi" mundo y tanto más temo que ella no tenga muy claro el permanecer en él.

Me pregunto en qué proporción se dividen ambas ansiedades: la correspodiente a lo que haya podido pasarle al otro y la somatización de nuestra ansiedad: la que refleja nuestra propia incertidumbre por el devenir de la relación, o por la naturaleza de los sentimientos que la otra persona pueda albergar hacia nosotros.