PANDORA
Al abrir la puerta,
-qué golpes siniestros en la noche-
estaba acurrucada como un cachorro,
que busca donde guarecerse.
Se puso en pie
y pensaste que jamás habías visto
una mujer tan hermosa.
-en realidad jamás habías visto una mujer-
Algo se despertó en tu ser.
Con un gesto- apenas hacen
falta palabras- le ofreciste
tu casa, tu lecho y el fuego del hogar.
Esa misma noche
te abrió su cuerpo y con él
todos los dones de los dioses.
(c) CHARO BOLIVAR
HYPNOS
Parece ser que no estar en un lugar
no te exime de perder la cabeza,
Será que te echo de menos
sin haberte conocido,
como se puede lastimar el alma
sin ni siquiera haber querido.
Será que el recuerdo es más poderoso
que todo el tiempo que no hemos estado
ni los días que no hemos perdido
enrollados en furias innombrables
que te llevan, que me llevan
hacia el vacío más impuro.
Noto tu piel, que nunca toqué
y la caricia de tus labios me demuestran
que no se que significa un beso.
A ver si al menos aprendo
que la ausencia no es causa
ni motivo para que no te quiera.
Me conformo con no conocerte,
y si me apuras con estar sola,
no hay que ser muy listo
para saber que imaginar tu cuerpo
no me da derecho a desearlo,
y que el tuyo, lejos de mis ojos
y mis sentidos
no es más irreal que mi mano
atrapando una nube.
Te quiero, al final, ¿quién lo impide?
(c) CHARO BOLIVAR
no te exime de perder la cabeza,
Será que te echo de menos
sin haberte conocido,
como se puede lastimar el alma
sin ni siquiera haber querido.
Será que el recuerdo es más poderoso
que todo el tiempo que no hemos estado
ni los días que no hemos perdido
enrollados en furias innombrables
que te llevan, que me llevan
hacia el vacío más impuro.
Noto tu piel, que nunca toqué
y la caricia de tus labios me demuestran
que no se que significa un beso.
A ver si al menos aprendo
que la ausencia no es causa
ni motivo para que no te quiera.
Me conformo con no conocerte,
y si me apuras con estar sola,
no hay que ser muy listo
para saber que imaginar tu cuerpo
no me da derecho a desearlo,
y que el tuyo, lejos de mis ojos
y mis sentidos
no es más irreal que mi mano
atrapando una nube.
Te quiero, al final, ¿quién lo impide?
(c) CHARO BOLIVAR
En el tejado
La luna brilla en la inmensidad de mi soledad, sentada en mi tejado espero a la musa que me abandonó una triste y oscura noche.
Muevo mi mirada felina de un lado para otro tratando de encontrarla. Maúllo a la luna cual lobo, esperando que oiga mi llamada.
Los días, semanas e incluso años pasaron, pero ella no aparecía.
Oscuridad tan solo, abandonada a mi suerte esperando una luz que me iluminara en el camino, que me ayudara a relatar las noches de soledad en el tejado.
Me sentí sola, abatida por la tristeza de no poder escribir en el lienzo en blanco. Palabras sueltas y sin sentido. Nada.
Inútil, triste y sola noche tras noche, primero segundos, luego minutos y horas. El tiempo transcurre sin esperar por mi. Al final me bajo del tejado, abandono la luna grande a su suerte, ya no puedo esperar más por ella, me estoy consumiendo poco a poco en su espera triste y larga.
Al bajar vuelvo a notar la hierba fresca entre mis dedos, esa sensación olvidada durante años, el olor de la noche, la brisa, la luz de la luna entre las flores. La felicidad me inunda de nuevo, vuelven los buenos recuerdos y fluye todo otra vez. Me lleno de energía, de fuerza, de vitalidad.
Y la veo al final del camino, mi musa abandonada.
Solo tenía que bajar del tejado, tan solo eso.
Nota. Espero que este mini relato sea el comienzo de mi vuelta por el Café literario que tanto tiempo he abandonado. Solo pido perdón por mi ausencia y espero me volváis a recibir con vuestros brazos abiertos. Un beso muy grande para todos/as las que hacen posible Café literario.
EL ESCRITOR
El Escritor había leído de todo en su vida, desde aquella literatura pagana a la religiosa, aquella que revolvía las tripas y aquella dulzona que hacía vomitar; libros rojos, amarillos, verdes, prohibidos y por prohibir. Desde esa perspectiva, el Escritor había elaborado un pensamiento en el que se sentía capaz de juzgar, critica o alabar todo aquello que concernía a una sociedad que iba envejeciendo de una manera anodina.
Y un buen día, el Escritor se decidió a escribir. Primero recordó su infancia, y escribió sobre como su padre le daba palizas porque venía borracho después de trabajar todo el día en la fábrica, de cómo su madre aguantaba sin quejarse cualquier contratiempo que la vida le ponía por delante, de sus hermanos muertos y de los vivos, de las calles en las que vivía todo el día y donde aprendía que la vida era sobrevivir y que solo sobrevivían los más fuertes. Envió sus manuscritos a todas las editoriales infantiles del país y se la devolvieron dando una mala excusa; los niños no podían leer esas atrocidades. A los niños no se les podía hablar de padres que decían mentiras, de madres que nunca se rebelaban, de guerra, hambre, muerte o miseria. A los niños había que educarlos en un sinsentido en el que solo existían los cuentos de hadas y unos padres y maestros bondadosos que velaban por ellos. El Escritor se dio cuenta de que nunca había sido niño.
Cuando recordó su adolescencia, empezó a escribir sobre luchas en la universidad, sobre manifestaciones contra el Estado y la Iglesia, persecuciones de policías que mataban a gente en comisarias a fuerza de tortura, gente que callaba lo que no se podía gritar. Y sus libros le fueron devueltos por reaccionarios, no se podía arremeter contra el Estado, porque el Estado somos todos, la Iglesia velaba por la bondad porque basaba sus teorías en los sacramentes de Jesuscristo, la policía se encargaba de velar por el orden y era mejor olvidar todo lo que había ocurrido porque remover el pasado podía traer confrontaciones innecesarias. Y entonces empezó a preguntarse dónde había quedado su adolescencia.
El Escritor iba haciéndose mayor, y entonces decidió escribir sobre la gente de su entorno. Los que se resignaban, los que firmaban su hipoteca de por vida y se ataban a unos pagos que le privaban de vivir, los amigos del alma que siempre estarían al lado de sus amigos del alma y que un buen día, por hache o por be, se daban de lado, los que no podían pagar los plazos de la tele, del coche o del ultimo viaje a Galicia. Consiguió que una pequeña editorial de una pequeño barrio le publicara un libro que sus amigos compraron con ansiedad y quisieron tener una dedicatoria de aquel famoso escritor que por fin había publicado un libro. Pero entonces, uno a uno, sus amigos dejaron de hablarle, porque se sentían identificados con alguno de aquellos míseros personajes que vivían para enriquecer las arcas de bancos y empresas privadas. El Escritor empezó a dudar si alguna vez había tenido amigos.
Y el Escritor dejó de escribir, de mostrar lo que pensaba porque durante el transcurso de su vida se había dado cuenta de que a nadie le importaba lo que él pensaba. Y francamente, aprendió que a él le importaba una mierda lo que pensara el resto de la gente
CALIOPE, LA DE LA BELLA VOZ
A Rosa María, la mujer más valiente que he conocido. Mi Caliope.
Sólo hay que pensar que para una persona cantar puede ser lo más dulce del mundo. Y hacer de la música una parte importante de la vida, puede ser el complemento perfecto. A Caliope le gusta cantar, aunque su voz cada día se vaya apagando un poquito más. Pero su imagen, lanzando al aire sus notas afinadas, fuertes y seguras están presentes. No quiero pensar que se va y ya está. No quiero que los dioses me priven de escuchar su sonrisa, ni quiero resignarme al recuerdo.
Caliope me mira, desde su nube dorada, me sonríe como tantas veces y me ofrece su mano para subir al cielo, "Hay que dejarse llevar". La vida es caprichosa, los dioses juegan con nosotros a su antojo y nos dan y nos quitan como motas de polvo que somos. Los dioses crueles que piensan que su superioridad les dio poder para acortar nuestra felicidad en la tierra, y envidiosos intentan privarnos de lo más preciado. Los dioses, infelices, incapaces de buscar entre sus pensamientos algo tan bello como Caliope.
Caliope, quieres marchar, me dijiste ayer. Pero no te vayas, por favor. Necesitamos de tu voz, necesitamos de tu sonrisa, deja un hilo de luz que nos alumbre. Después, juega a ser como ellos y enseñales lo que es la bondad y la belleza. Eleva tu canto para que sus corazones se quiebren en la emoción de saber que cantar puede hacer de una simple mujer, una musa.
Sólo hay que pensar que para una persona cantar puede ser lo más dulce del mundo. Y hacer de la música una parte importante de la vida, puede ser el complemento perfecto. A Caliope le gusta cantar, aunque su voz cada día se vaya apagando un poquito más. Pero su imagen, lanzando al aire sus notas afinadas, fuertes y seguras están presentes. No quiero pensar que se va y ya está. No quiero que los dioses me priven de escuchar su sonrisa, ni quiero resignarme al recuerdo.
Caliope me mira, desde su nube dorada, me sonríe como tantas veces y me ofrece su mano para subir al cielo, "Hay que dejarse llevar". La vida es caprichosa, los dioses juegan con nosotros a su antojo y nos dan y nos quitan como motas de polvo que somos. Los dioses crueles que piensan que su superioridad les dio poder para acortar nuestra felicidad en la tierra, y envidiosos intentan privarnos de lo más preciado. Los dioses, infelices, incapaces de buscar entre sus pensamientos algo tan bello como Caliope.
Caliope, quieres marchar, me dijiste ayer. Pero no te vayas, por favor. Necesitamos de tu voz, necesitamos de tu sonrisa, deja un hilo de luz que nos alumbre. Después, juega a ser como ellos y enseñales lo que es la bondad y la belleza. Eleva tu canto para que sus corazones se quiebren en la emoción de saber que cantar puede hacer de una simple mujer, una musa.
HUMILDE HOMENAJE A E.A.POE de CARLOS ALBERTO
Era noche de regalos, vacile mucho antes de elegir algo,
Que expresara sin hablar mi amor desesperado.-
Recuerdo que fui por tiendas, por recovas y cavernas,
Recuerdo cuando lo halle, tan cerca estaba
Y no me habia dado cuenta.-
Lo coloque en una caja, con cuidado,
con mucho cuidado,
Y lo cubri con papel plateado,lo asegure con cintas azules
como imitando candados.-
Lo coloque junto al arbol y con ansias espere el momento
en que abrieras mi regalo.-
Tus manos vacilaron, luego fue un remolino
de cintas y de papeles.-
Tus manos vacilaron, cuando una caja punzo
Te hizo presentir algo...
Tus manos se helaron, una patina de tiza cubrio tu piel,
Y de tu boca, que tantos besos a cambio de oro habia dado
Nacio un grito de espanto...
La caja cayo, y sobre el piso de marmol veteado,
Rodo mi corazon sangrante...mi regalo.-
Carlos Aberto
Artedig - http://mediccina.blogspot.com
diciembre 1- 2009
Que expresara sin hablar mi amor desesperado.-
Recuerdo que fui por tiendas, por recovas y cavernas,
Recuerdo cuando lo halle, tan cerca estaba
Y no me habia dado cuenta.-
Lo coloque en una caja, con cuidado,
con mucho cuidado,
Y lo cubri con papel plateado,lo asegure con cintas azules
como imitando candados.-
Lo coloque junto al arbol y con ansias espere el momento
en que abrieras mi regalo.-
Tus manos vacilaron, luego fue un remolino
de cintas y de papeles.-
Tus manos vacilaron, cuando una caja punzo
Te hizo presentir algo...
Tus manos se helaron, una patina de tiza cubrio tu piel,
Y de tu boca, que tantos besos a cambio de oro habia dado
Nacio un grito de espanto...
La caja cayo, y sobre el piso de marmol veteado,
Rodo mi corazon sangrante...mi regalo.-
Carlos Aberto
Artedig - http://mediccina.blogspot.com
diciembre 1- 2009
Fantasmas de Santiago Lo Prado
Dicen que hay un fantasma
que rodea tu sonrisa
que cuida tus desvelos
que protege tus anhelos
y tus caricias,
fantasma claro
que nadie ve,
mudo,
titánica fortaleza
que te aleja de mi,
que te arranca de mi
una y otra vez
de mis abrazos,
de mis besos,
y deseos.
Dicen que la presencia
que llena esos olvidos
esos recuerdos mal heridos
tus ausencias,
se parecen demasiado
a mi silencio,
a esos momentos
en los que con la fuerza vencida
me hago de tu sombra
de cada palabra que te nombra
para amarte sin medida,
en la incierta ternura encendida
con que me arrastro a tu lecho,
todo insaciable y desecho
por no saber como amarte,
sin saber como dejarte
y todo perdido en tus pechos.
Quizás sea solo una casualidad,
solo una coincidencia,
o una tardía maniobra del olvido,
lo cierto es que fantasma o no
sigo estando aquí,
mirándote de lejos
desangrándome como un preso
en mis propios silencios,
incapaz de leer
mas allá de mis soledades,
estas vacías realidades
que ahora
te nombran.
Santiago Lo Prado
que rodea tu sonrisa
que cuida tus desvelos
que protege tus anhelos
y tus caricias,
fantasma claro
que nadie ve,
mudo,
titánica fortaleza
que te aleja de mi,
que te arranca de mi
una y otra vez
de mis abrazos,
de mis besos,
y deseos.
Dicen que la presencia
que llena esos olvidos
esos recuerdos mal heridos
tus ausencias,
se parecen demasiado
a mi silencio,
a esos momentos
en los que con la fuerza vencida
me hago de tu sombra
de cada palabra que te nombra
para amarte sin medida,
en la incierta ternura encendida
con que me arrastro a tu lecho,
todo insaciable y desecho
por no saber como amarte,
sin saber como dejarte
y todo perdido en tus pechos.
Quizás sea solo una casualidad,
solo una coincidencia,
o una tardía maniobra del olvido,
lo cierto es que fantasma o no
sigo estando aquí,
mirándote de lejos
desangrándome como un preso
en mis propios silencios,
incapaz de leer
mas allá de mis soledades,
estas vacías realidades
que ahora
te nombran.
Santiago Lo Prado
UN CUENTO SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO
Hoy os contaré un cuento muy real.
Hace años hubo dos niñas que eran las mejores amigas.
Tan amigas, que juraron que su amistad duraría toda la vida y más allá de ella. Lo compartían todo y aunque no se veían nada más que los fines de semana y en vacaciones, se escribían cartas en las que se contaban sus secretos.
Esas niñas fueron creciendo y siendo jovencitas una de ellas conoció al amor de su vida. Y la otra, se alegró, porque por eso eran amigas y aunque entendía que la situación había cambiado y había momentos en los que la echaba de menos, aprovechaba el tiempo que pasaba con ella al máximo.
Pero cada vez ese tiempo era más pequeño y cuando estaban los tres juntos la amiga sentía que al novio no le caía bien, sobre todo cuando recordaban momentos que habían vivido juntas y con los que tanto habían disfrutado.
Poco a poco fueron cambiando las cosas y cada vez se veían menos.
Un día, fue a verla a su casa y al ver que no estaba su novio con ella la invito a que salieran a tomar algo. Pero la amiga le dijo que no, que si se enteraba su novio se enfadaría.
La amiga no lo entendía y trataba de hacerla ver que ella tenía que vivir por ella y no por él. Pero hasta su familia en esto apoyaba al novio. ¿Qué queréis que os diga? Una familia un tanto a la antigua.
No se cuántos fines de semana la amiga fue a buscarla, estando su novio o no, para salir a dar un paseo, o para hablar simplemente, pero la respuesta siempre era no.
Hasta que un día le preguntó a su amiga por qué no le caía bien a su novio porque estaba claro que esa era la razón, y ella le respondió que él no podía soportar pensar que habían pasado momentos felices en los que él no estuviera, que sentía miedo de que pudiera cambiarla y que por ello le había hecho prácticamente prometer que si quería seguir con él no podría verla, si no estaba él presente.
Cuántos días lloró la amiga al sentir que esa amistad tan bonita se moría.
Pasaron algunos años y aunque, cuando se veían siempre, se saludaban, la confianza que tanto las había unido había desaparecido. Sólo quedaba el cariño de un recuerdo de infancia.
Pero una tarde se encontraron las dos. El novio no estaba y disfrutaron de unas horas recordando buenos momentos. Hasta que surgió el tema del por qué todo había cambiado entre ellas y llegaron las confesiones.
En un momento, la amiga, con miedo, le confeso que su novio era muy celoso, y, aún no entiendo el por qué, llorando la relató como hacía un tiempo le había pegado una paliza porque le había visto hablando con un amigo de toda la vida.
Pensé de todo al ver a mi amiga, ahí delante de mi, sintiendo cómo necesitaba contárselo a alguien, y me ofrecí a ayudarla a ir a su casa, hablar con sus padres, incluso denunciarle... Pero al tiempo de enfrentarla a su miedo, ella sintió aún más y me quiso hacer jurar no decírselo a nadie porque ella lo quería y no podía dejarle. Además él le había prometido no volver a pegarla, y llevaba tiempo que no lo había vuelto a hacer.
Dios mío, según contaba ella, le había tirado al suelo y le había dado patadas en la espalda y en la tripa. Y al levantarla la dijo que sólo ella tenía la culpa. ¿Eso era amor?
Aquella noche no dormí, y no podía parar de llorar. Recuerdo que al despertar se lo conté a mis padres para ver si me podían ayudar porque no podía consentir lo que le estaba pasando a mi querida amiga, y mis padres me dijeron que si ella no quería dejarle no podrían hacer nada, pues tampoco habían sido testigos de nada.
Después de hablar con ellos, decidí ir a su casa a hablar de nuevo con ella, dispuesta a si era necesario decírselo a sus padres, pero al llegar ella lo negó, diciéndome que tampoco era para tanto y que quizás lo había exagerado.
Recuerdo que su madre escuchó la conversación y me echó muy educadamente de su casa, diciéndome que había mujeres que a lo mejor podían permitirse el lujo de perder el tiempo en estudiar una carrera, pero que su hija era ya una mujer que pronto se casaría y que no tendría tiempo para jugar con chicas que no pensaban como ella.
Yo, tenía diecinueve años y ella dieciocho.
Antes de irme la dije "Siempre estaré para lo que necesites", pero después de ese día ni siquiera volvimos a compartir recuerdos.
Se casó con él, y todavía está casada. No me invitó a la boda.
A veces pienso en ella y quiero creer que les va todo bien y que aquello no volvió a repetirse, aunque en mi mente sí se ha quedado grabado. ¿Tenía que haber hecho algo más? ¿Qué podía haber hecho?. Quizás si su entorno hubiera sido otro todo hubiera sido diferente.
Cuando nos vemos, nos damos dos besos, pero nada nunca volvió a ser igual. Creo que siempre se ha arrepentido de habermelo contado.
SIENTO HABER ROTO MI PROMESA DE NO CONTARLO.
ANTE EL (LA) MALTRATADOR (MALTRATADORA), TOLERANCIA CERO
El País sin Imaginación
Había una vez, hace muchos, muchos años, un país en el que los niños no leían nunca, en el que los adultos no soñaban y en el que los profesores sólo sabían enseñar matemáticas a todo el mundo. En ese país había muy pocas sonrisas y al no leer ni soñar, no había nadie que tuviese imaginación.
Un buen día, las encinas de aquel país comenzaron a secarse y nadie sabía por qué sus hojas se marchitaban, sus troncos se ennegrecían y sus ramas se retorcían hasta romperse. Nadie sabía cómo detener aquella terrible sequía.
Al país llegó un sabio muy viejo, que dijo poseer el secreto de las encinas y el remedio para que éstas dejaran de secarse. Pero el rey del país quiso arrebatar al sabio el objeto en el que tenía guardado el secreto, en vez de pedírselo con amabilidad, y éste, que era un mago muy poderoso desapareció, dejando en su lugar el extraño objeto que nadie se atrevió a tocar y que permaneció allí, olvidado, durante mucho tiempo, llenándose de polvo, bajo la copa reseca de una encina.
Al cabo de los años, cuando los niños que no leían eran ya adultos que no soñaban y el recuerdo del mago era ya una leyenda para asustar a los pequeños, un niño muy travieso se perdió en el Bosque Seco, donde permanecían petrificadas las encinas que se habían secado en el pasado.
El niño vio un objeto que no conocía, se acercó y lo tomó entre sus manos, sin recordar ni temer la leyenda del mago. Era rectangular y no demasiado pesado, estaba muy sucio y embarrado y parecía estropeado, pero tras sostenerlo unos segundos, el niño vio que podía abrirse y que en su interior había toda clase de cosas maravillosas y desconocidas para él. Allí encontró dragones y princesas, coches de carreras, payasos voladores y toda una suerte de personajes, países y aventuras que nunca habría imaginado. El niño empezó a reír y sus risas resonaron por todo el bosque, alertando a los vecinos y campesinos del país.
Cuando todo el mundo salió en su busca, guiados por los extraños sonidos del niño, pronto notaron que algo extraño ocurría en el Bosque Seco, las encinas tenían brotes verdes por todas partes. Muchos se asustaron y corrieron cuando escucharon las carcajadas del chiquillo, al llegar donde estaba, lo vieron sentado debajo de una encina, sonriendo sin parar, apoyado en un tallo reverdecido y leyendo cuentos.
Desde aquel día, las gentes de aquel país empezaron a leer y disfrutar con la lectura, los niños sonrieron y los adultos fueron por fin, capaces de soñar…
Javier Fernández Jiménez
RECUERDOS de SILVIA LOZANO GONZÁLEZ
Me he quedado paralizada. No sé bien cómo ni por qué, pero estoy de pie en medio de la calle, bloqueada, quieta, sin mover un solo músculo de mi cuerpo y sin embargo, la velocidad a la que empieza a moverse mi mente casi marea.
No puedo dejar de mirar aquel viejo banco de madera, esos tableros deteriorados por el paso del tiempo, esas maderas que los años han ido destruyendo y cambiando su particular belleza. Sigue justo en el mismo sitio de siempre, en el lugar que un día elegimos como refugio en el que vivir.
No teníamos ni quince años, y aquel viejo banco era el centro de nuestro universo, nos juntábamos a soñar, a hablar y parecía que un día el mundo entero sería nuestro. Aquellos días, nuestros padres no eran más que esos adultos que nos impedían realizar nuestros sueños, y pasar allí el mayor tiempo era lo más parecido a no sentirte preso.
Ahora, si escuchas atentamente, y dejas tu mente en blanco, si eres capaz de dejar a un lado el ruido de los coches y rugir del viento, es posible que aún puedas escuchar las risas, las alegrías y las bromas de unos chiquillos que soñaban con llegar muy lejos.
Entonces era sencillo soltar un “te quiero”, o un “no vuelvas a hablarme”, y es que importaba poco, pues al día siguiente esas maderas seguirían estando allí y nosotros, volveríamos a empezar de nuevo. La amistad, parecía tan fuerte que todos creíamos que nada ni nadie podría terminar con ella, creímos que estar juntos para siempre sería lo más lógico, y que ni las peleas ni el paso de los años podrían con lo que aquel lugar había formado, con aquellos niños cuya única preocupación no pasaba nunca de qué moto sería más bonita o cuál correría más.
Hoy mi cuerpo se ha paralizado por un instante, y aunque no han sido más que unos segundo, no he podido evitar sentir qué éramos cuando estábamos allí, un grupo que un día creyó poder contra el mismo mundo.
Y es que aquel viejo banco sigue exactamente igual que antes, el mismo color, el mismo sitio, así que supongo que no es él quien ha cambiado. Y ahora… si alguna vez estuviste allí, busca por un instante en tus recuerdos… gasta un segundo de tu tiempo y dime… ¿recuerdas de qué hablo? ¿Recuerdas lo que ahora siento?
No sé si es normal que un viejo banco de madera despierte este sentimiento, si el sólo hecho de pasar por delante un día más, como tantos otros, hace que destapes la caja de tus truenos, pero… qué diablos, supongo que después de pasar allí tanto tiempo, pensar en media vida atrás, no es tan retorcido si a los veinticuatro te acompañan una vieja foto y un millón de recuerdos.
Podría recordar nombres y apellidos, momentos, días concretos, fechas señaladas con un boli rojo en el calendario, podría nombrar detalles, historias contadas por cientos de veces, pero creo que me quedaré con esos instante que el corazón eligió por mí. Creo que dando un paso atrás y mirando como quien ve una película frente al televisor, prefiero quedarme con miradas, con gestos, con caricias, con sonrisas que un día me hicieron sentir fuerte, con la sensación de no querer que nunca pasase el tiempo.
SILVIA LOZANO GONZÁLEZ
ALMENA DE PALABRAS
No puedo dejar de mirar aquel viejo banco de madera, esos tableros deteriorados por el paso del tiempo, esas maderas que los años han ido destruyendo y cambiando su particular belleza. Sigue justo en el mismo sitio de siempre, en el lugar que un día elegimos como refugio en el que vivir.
No teníamos ni quince años, y aquel viejo banco era el centro de nuestro universo, nos juntábamos a soñar, a hablar y parecía que un día el mundo entero sería nuestro. Aquellos días, nuestros padres no eran más que esos adultos que nos impedían realizar nuestros sueños, y pasar allí el mayor tiempo era lo más parecido a no sentirte preso.
Ahora, si escuchas atentamente, y dejas tu mente en blanco, si eres capaz de dejar a un lado el ruido de los coches y rugir del viento, es posible que aún puedas escuchar las risas, las alegrías y las bromas de unos chiquillos que soñaban con llegar muy lejos.
Entonces era sencillo soltar un “te quiero”, o un “no vuelvas a hablarme”, y es que importaba poco, pues al día siguiente esas maderas seguirían estando allí y nosotros, volveríamos a empezar de nuevo. La amistad, parecía tan fuerte que todos creíamos que nada ni nadie podría terminar con ella, creímos que estar juntos para siempre sería lo más lógico, y que ni las peleas ni el paso de los años podrían con lo que aquel lugar había formado, con aquellos niños cuya única preocupación no pasaba nunca de qué moto sería más bonita o cuál correría más.
Hoy mi cuerpo se ha paralizado por un instante, y aunque no han sido más que unos segundo, no he podido evitar sentir qué éramos cuando estábamos allí, un grupo que un día creyó poder contra el mismo mundo.
Y es que aquel viejo banco sigue exactamente igual que antes, el mismo color, el mismo sitio, así que supongo que no es él quien ha cambiado. Y ahora… si alguna vez estuviste allí, busca por un instante en tus recuerdos… gasta un segundo de tu tiempo y dime… ¿recuerdas de qué hablo? ¿Recuerdas lo que ahora siento?
No sé si es normal que un viejo banco de madera despierte este sentimiento, si el sólo hecho de pasar por delante un día más, como tantos otros, hace que destapes la caja de tus truenos, pero… qué diablos, supongo que después de pasar allí tanto tiempo, pensar en media vida atrás, no es tan retorcido si a los veinticuatro te acompañan una vieja foto y un millón de recuerdos.
Podría recordar nombres y apellidos, momentos, días concretos, fechas señaladas con un boli rojo en el calendario, podría nombrar detalles, historias contadas por cientos de veces, pero creo que me quedaré con esos instante que el corazón eligió por mí. Creo que dando un paso atrás y mirando como quien ve una película frente al televisor, prefiero quedarme con miradas, con gestos, con caricias, con sonrisas que un día me hicieron sentir fuerte, con la sensación de no querer que nunca pasase el tiempo.
SILVIA LOZANO GONZÁLEZ
ALMENA DE PALABRAS
PAJAROS EN EL TEJADO
A finales de julio, después de haberme provocado un estallido de emociones, me sorprendí una tarde cuando fui a echar mi siesta y en el tejado de la casa vecina, se posaron dos pájaros. Por un momento les escuché cantar de una manera que no había oído en mi vida. Me di cuenta con los ojos cerrados y me incorporé sorprendida. ¿De dónde salían aquellos dos mensajeros que se posaban cerca de mi ventana y me hablaban? Me di cuenta de ello y todo lo demás dejó de existir durante ese instante. El canto era hermoso, melodioso, bello, reparador y comencé a percibir el aire que movía las hojas, el azul del cielo resplandeciente, el movimiento del sol y la tierra, la bienvenida a la luna, el rumor del agua en la fuente y por encima de todo la paz. Fue la tarde del día en que volví a nacer.
TEMÍA de PABLO CIAPPA
TEMÍA
Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta
que únicamente fracaso cuando no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí,
hasta que me di cuenta que de todos modos opinan de mí.
Temía me rechazaran,
hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo.
Temía al dolor,
hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad,
hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte,
hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio,
hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo,
hasta que aprendí a reírme de mí mismo.
Temía hacerme viejo,
hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado,
hasta que comprendí que es sólo mi proyección mental y ya no puede herirme más.
Temía a la oscuridad,
hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al cambio,
hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.
Hagamos que nuestras vidas cada día tengan más vida
y si nos sentimos desfallecer no olvidemos
que al final siempre hay algo más.
Autor: Pablo Ciappa ( Escritor contemporáneo )
Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta
que únicamente fracaso cuando no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí,
hasta que me di cuenta que de todos modos opinan de mí.
Temía me rechazaran,
hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo.
Temía al dolor,
hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad,
hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte,
hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio,
hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo,
hasta que aprendí a reírme de mí mismo.
Temía hacerme viejo,
hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado,
hasta que comprendí que es sólo mi proyección mental y ya no puede herirme más.
Temía a la oscuridad,
hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al cambio,
hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.
Hagamos que nuestras vidas cada día tengan más vida
y si nos sentimos desfallecer no olvidemos
que al final siempre hay algo más.
Autor: Pablo Ciappa ( Escritor contemporáneo )
Hemos salido en la radio!!!
Hola amigos, solo deciros que hemos salido en el programa de radio de Castillos en el Aire, el programa numero 23, donde Javier ha leído el poema de Armida, Hoy, y nombra nuestro Café Literario. Aquí os dejo el enlace:
CASTILLOS EN EL AIRE, NUMERO 23
A ver si escucháis el programa que está muy bien.
CASTILLOS EN EL AIRE, NUMERO 23
A ver si escucháis el programa que está muy bien.
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